El
país político dominicano no se ha dado una ley de partidos políticos y andamos
la segunda década del siglo XXI. Una sociedad que se supone debe estar basada
en deberes y derechos no puede dejar suelto el tema de la regulación de estas
organizaciones y sus integrantes.
Han
pasado años y la irresponsabilidad de los “dueños” de los partidos en República
Dominicana y de las cámaras legislativas se ha puesto de manifiesto. Se han burlado de manera vulgar de las iniciativas que
consoliden y hagan realidad esa ley, por demás necesaria para impulsar los
valores que sustentan las democracias modernas.
No
enunciaré las razones que han bloqueado, que han martillado y aniquilado las
demandas de las organizaciones no partidistas y sectores independientes del
pueblo que claman por la aprobación y aplicación de la referida ley.
El
tema de los funcionarios candidatos en los periodos electorales es un punto neurálgico
que no debe quedarse fuera, aplicable a la sociedad política dominicana que
adolece de fortalezas institucionales,
desde la familia hasta las llamadas altas cortes.
El
uso y abuso de los recursos del Estado es siempre cuestionable en cada campaña.
No es justo que en nuestro país se dilapide el sudor un pueblo, por demás carenciado,
donde ejércitos de cucarachas sean los que trasladen a las morgues los
fallecidos en los hospitales por la falta de higiene y descuido.
No
es posible que en un escenario que se supone democrático los funcionarios se
aprovechen de su rol para promover y sostener económicamente sus propuestas con
dinero y recursos del pueblo.
La
impresión de un solo afiche cuesta un dineral, máxime cuando se utilizan estándares de
calidad de última generación en tintas y materiales para la impresión. Que los
organismos electorales dilapiden miles de millones de dólares sosteniendo
partidos y ventorrillos políticos que se han convertido en empresas de
particulares, en máquinas de alienación, vulneración de las prácticas
democráticas; fomentadoras del paternalismo y el nepotismo públicos.
No
es posible que las ciudades se conviertan en estercoleros de campañas
publicitarias provocando la contaminación ambiental, tanto sónica como visual
de manera descarada.
Hay
muchas razones para establecer el orden en los partidos y campañas políticas,
no solo por el uso y abuso de los recursos del Estado, sino la penetración del
dinero producto del lavado y el narcotráfico.
Un
funcionario que administre recursos públicos, debería renunciar o pedir una
licencia si se convierte en candidato. Las sanciones deberían servir de ejemplo
en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Si
el funcionario está cargado de éticas sustantivas, de principios y valores
familiares y sociales, debería inmediatamente renunciar o pedir licencia al
cargo para que no abuse de los recursos de un pueblo que tendría un millón de
razones para no votar por él.
VIRGILIO LÓPEZ AZUÁN
Coordinador del Movimiento Alianza Azuana.
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