Por Virgilio López Azuán
(Siguendo el debate con el escritor dominicano, auto proclamado o nacionalizado ruso, R.A. Ramirez-Báez)
Tengo un amigo, (porque
siempre seré su amigo hasta que él me lo permita, no importan las diferencias
de actitudes, aptitudes, opiniones, visión sobre la vida, la literatura y las
ideas de las sociedades que cada cual tenga) que categoriza de superior al idioma,
lengua y la cultura rusa versus el
idioma, lengua y la cultura española. Esa opinión la respeto pero no la
comparto. ¿Puede en la dimensión cultural de un idioma, lengua o una cultura
ser superior a otra? ¿Existe alguien con autoridad para decir que un idioma,
lengua o cultura es uno superior del otro? No existe sin el criterio de la
jerarquización. ¿Pero quién jerarquiza? ¿Quién autoriza esas escalas
jerárquicas? ¿Quién manipula esa jerarquización y con cuáles propósitos?
¿Cuáles son las categorías seleccionadas para esa jerarquización, y qué
importancia tiene el momento histórico en que se desarrollan y se analizan? No
creo que el ruso sea mejor que el español, el árabe peor que el inglés, etc.
Quizá en otros momentos
de la historia estas preguntas carecerían de sentido, pero no ahora. Solo hay
que meditar un poco para hacer las inferencias.
Ahora bien, el origen,
desarrollo y desaparición de una lengua, es un proceso humano y social. Muchas
lenguas y formas de lenguas han tenido su auge, han nacido, se han desarrollado
y hoy son lenguas muertas. Surgen otras por la dinámica de la vida en sociedad
y ha sido así desde estadio primitivo hasta la postmodernidad. Lenguas y
culturas se establecen, se inter fecundan, se imponen y hasta desaparecen producto
de los procesos migratorios, climáticos, guerras, hegemonías, etc. Pero
concebir en esta etapa de la evolución del pensamiento humano a un idioma
superior a otro, eso es lamentablemente segregacionista y discriminatorio de
las culturas.
No es verdad que la
cultura occidental sea mejor que la oriental y viceversa. Los juicios de valores
son tan peligrosos como culturales, tan éticos como inmorales. Las diferencias
que existen entre principios y valores entre una cultura y otra, las definen la
concepción ético y moral de las sociedades, sus ideas rectoras, donde la
religión ha jugado un rol determinante para establecer campos hegemónicos y de
enajenación.
Si bien, el carácter
insular de la Española y sobre todo que el idioma español solo se habla de forma
generalizada en la parte Este de la isla producto las contiendas colonialistas,
culturales, políticas, sociales y económicas a lo largo de su historia, bien es
cierto que no se puede denostar al idioma por su evolución en un "pedazo de isla" localizado en el planeta tierra.
Dicho sea de paso, el
aporte de la isla Española a la evolución lingüística ha sido importante
incorporando vocablos arcaicos y modernos que han abierto nuevos espacios de
expresión, nuevas formas de auscultar el mundo y su realidad.
Los vocablos aborígenes,
africanos, latinos y de otras lenguas han inyectado al idioma español formas
claves en la conformación de identidades personales y colectivas.
Este escrito no tiene que
ser, ni debe ser de carácter hispanófilo, porque se sale en defensa del idioma
español, nadie ignora cómo ha sido utilizado este idioma para establecer
hegemonías culturales, religiosas, políticas, económicas, entre otras. No tiene
la intención de categorizar como mejor o peor a una lengua o idioma. Esas
enfermizas maneras de defensas no caben en nuestras prácticas académicas y
filosóficas, pero la excusión de sus aportes sería un objeto de miopía
intelectual y una negación a nuestras identidades, de las cuales para bien o
para mal somos parte de su producto.
Nuestra lengua materna,
el español, nos enseñó de su riqueza expresiva. Aunque la historia hable sus
crueles verdades en la conformación de la cosmogonía lingüista de la isla y
toda américa, renegar el idioma español es renegarse a sí mismo, como en el
caso que nos concierne que nacimos en la isla Española.
El aporte del idioma y de
la cultura rusa al mundo literario es indudable. La forma de cambios en los
paradigmas humanos, de concebir las sociedades modernas ha puesto de manifiesto
muchos de sus aciertos y muchos de sus
yerros. Más de doscientos millones de hablantes es una muestra de la
importancia de ese idioma, pero las barreras que tiene la sociedad rusa por
medio de su idioma, por su complejidad, ha impactado mucho en su crecimiento y
en sus hablantes. ¡Claro! Esto también tiene una lectura política y cultural
entre las causas de esas limitaciones.
No caben dudas que en la
evolución de una lengua, el tiempo histórico, las guerras, las emigraciones y
las maneras de vivir juntos amplían sus aspectos semiológicos, semióticos y semánticos, dando espacio a
parte de su evolución.
El idioma de Tostoy y
Dolstoyesky, ofrece un abanico de posibilidades y campos realistas e
interpretativos para conocer la condición humana, sus emociones, sus relaciones
de poder, su filosofía; sus alcances y limitaciones.
La poesía, la música el
arte en sentido general, tienen sus propios lenguajes. La literatura tiene como
materia prima la palabra y sus construcciones. El escritor debe manejar el
idioma en el que escribe, ser capaz de trascenderlo, importantizando sus raíces
culturales convertidas o no en patrimonio. Debe el escritor contar o cantar sus
pensamientos y sentimientos; buscar las maneras de construir lo nuevo sobre sus
propias plataformas cognitivas.
He escrito poemas en
inglés, pero mí capacidad (que siempre será limitara limitada en cualquier
idioma hasta en el español) no me permiten capturar los registros íntimos que
desearía dar a conocer como lo hago en mi lengua materna. Porque hay cosas para
mí que solo pueden ser conformadas en mi propia lengua. Es que no se puede
arrancar y mostrar como flores los paraísos no vividos, o aquellos que
conformaron las propias vivencias, acompañado por los microcosmos fraguados por
ellas, o por los macrocosmos imaginativos.
Suelen haber traducciones
muy buenas, pero otras son frustrantes y hasta deformantes. Existen imágenes y
construcciones del pensamiento en una lengua que no son capaces de soportar una
traducción por más fino que sea el traductor, porque el abismo de la memoria
genético-cultural, por decirlo de alguna manera, de dos lenguas distintas puede
ser insondable para el mismo campo expresivo.
Tengo entre mis manos la
obra Gouverneurs de la rosée, versión en francés y la misma novela “Los
Gobernadores del Rocío” versión en español, del novelista haitiano Jacques
Roumain. Aunque la versión al español se podría considerar bien lograda, de su versión francesa omite registros de
carácter estético, capaces de cambiar los giros de las imágenes y significantes
que pretendió el autor plasmar. Lo mismo confirmé con la versión del Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha, adecuada a español moderno y otra versión muy
interesante escrita en versos. O sea, que hasta en el mismo idioma se pueden
presentar multiplicidad de opciones creadoras de campos de expresión, para no
decir mundos multívocos.
No es lo mismo la lectura
que le da un intelectual ruso a la novela del Quijote en la versión traducida
al ruso, que la que le da el lector de habla hispana a la versión en su lengua
materna.
No es la misma, la
lectura que le da una mujer de veinte años a la novela María de Jorge
Isaac; que sufra de epilepsia
(enfermedad que ronda mi casa) y que su marido está en la guerra, que la lectura que le da un hombre jubilado de
sesenta años. No es lo mismo. Ni las experiencias vividas de la mujer son las
mismas que las del hombre. El estallido emocional y las realidades interiores y
exteriores de una persona no son iguales a la de otra. Serán percepciones
distintas, serán perspectivas diferentes de interpretación y sensación.
No es casual que dos
personas con “la misma” formación política le guste más a uno las canciones de
Joan Manuel Serrat y al otro, las canciones de Víctor Manuel San José Sánchez.
Los gustos y preferencias en el campo estético son tan subjetivos como
individuales.
Eso lo medité hace mucho
cuando releía a Ana Karenina de León Tostoy, Crimen y Castigo de Fedor
Dostroyesky, la Divina Comedia de Dante de Aleighieri, los poemas de Baudelaire
o los cuentos de Poe. Lo hice en mi etapa juvenil, bisoña, con escaso “back
groun” y conformación del pensamiento literario ¡Claro! ¡Carezco del don de la
genialidad! Después de muchos años de leer esas obras he tenido que releerlas,
desaprenderla para volverla a colocar en el espacio más justo de acuerdo a mis
siempre limitadas capacidades acumuladas a lo largo del tiempo.
Y volviendo a lo
anterior, no es lo mismo leer la Divina Comedia a los catorce años que a los
cincuenta cuando a lo largo de la vida pueden desfilar caravanas de
conocimientos filosóficos, teológicos, metálicos, científicos que dan otra base
interpretativa de la obra. Ya el infierno narrado por Dante no es el mismo que
el narrado por los hebreos.
Nadie ignora la evolución
que registra el cerebro en los campos lógicos, estéticos, culturales,
ideológicos, etc., en toda la vida. Lo penoso es que también cabe la decadencia
por las múltiples frustraciones, por las ideas truncas y las metas
inalcanzables que azuzan el egocentrismo humano.
Es por ello que nunca
tendremos la palabra aunque tengamos un diploma rojo Suma Cum Laude en Rusia o
un doctorado en España.
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