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viernes, 17 de febrero de 2017

Sancocho de crisis.

Por Virgilio López Azuán

La primera pregunta que me asalta al escribir estas notas es: ¿Está la sociedad humana en crisis? De repente podríamos afirmar que sí, vista desde un ángulo sociológico, tomando en cuenta las variables que definen la crisis en esa ciencia. Otros prefieren afirmar que no es la sociedad la que está en crisis, sino los individuos humanos que conforman esa sociedad. Esos la definirán desde la filosofía o la axiología. ¡Claro! Existen otras plataformas y otras perspectivas de análisis para definir ese fenómeno que llamamos crisis, donde el individuo humano  y la sociedad constituyen un cuerpo. Pero, prefiero asumir este análisis desde una mirada compleja.

Todo relaciona a la crisis, no existe nada que se desvincule de ella. En ese sentido las responsabilidades son compartidas, en menor o menor grado según la relación.

Para los políticos de oposición la crisis de la sociedad está en el gobierno de turno, y no dejan de tener razón. Para políticos del poder, está en los pasados gobiernos, en los problemas mundiales, en los desafíos de los nuevos tiempos y en otras causas. Tampoco dejan de tener razones.

Cuando definimos los “culpables de la crisis” siempre buscamos a un segundo, a un tercero y hasta a un cuarto. Casi nunca hay una mirada individual e interior donde se auto establezca responsabilidad alguna.

En esa misma sociedad hay crisis política, de valores, de educación, de mercados, de salud, de ambiente, y más. Hay un sancocho de crisis en las sociedades actuales. En todas. Cuando un hecho no genera la causa principal, la genera el otro.

El individuo humano ha creado un mundo en crisis, y ese mundo, tiene la fortaleza para poder reestablecerse. Existen las capacidades humanas para hacerlo. También, se generarán las emergencias necesarias para enfrentar los retos y los desafíos en los tiempos.

Pero ¿hasta dónde se está haciendo el esfuerzo para producir las emergencias que nos sostengan como especie en el planeta? Un camino ha sido a través de la ciencia y el desarrollo de las tecnologías. Los avances han sido incalculables, pero los riesgos tienen la misma dimensión.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, planteados en septiembre de 2000, en la Cumbre del Milenio, no son más que algunos de los grandes desafíos, a sabiendas que se generarán otras necesidades para la sociedad humana, de otras magnitudes y hasta superiores a las planteadas en los documentos de la ONU.

El proyecto de sociedad humana que incluye las éticas, las virtudes, el poder, la violencia, el amor, las normas, los intereses, y todas las ideas y sentimientos, que se pueden dar en unas relaciones entre individuos, está sujeto a crisis, a decadencias y resurgimientos. Es parte de una cultura humana con infinitas posibilidades.

Los acuerdos a lo interno y a lo externo de las sociedades generan compromisos para manejar las pasiones, los desbordes y de esa manera hacer uso racional de las cosas en las maneras de vivir juntos, que no es más que la base de una ética con raíces en la antropología de la palabra.

Esos desbordes en los individuos humanos, en su conducta, en su manera de ser,  producto de la infinitud en la ontogénesis de la especie, es lo que se debe atender. Desde tiempos inmemoriales se atiende a esos desbordes, ya sea por medio a las creencias, la fe, el poder, la moral, la ética y otras formas de contención.  Incluso, las guerras han sido tomadas como medio de contención de esos desbordes, siendo las guerras formas indiscutibles de desbordes.

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