Por Virgilio López Azuán
Todo relaciona a la crisis,
no existe nada que se desvincule de ella. En ese sentido las responsabilidades
son compartidas, en menor o menor grado según la relación.
Para los políticos de
oposición la crisis de la sociedad está en el gobierno de turno, y no dejan de
tener razón. Para políticos del poder, está en los pasados gobiernos, en los
problemas mundiales, en los desafíos de los nuevos tiempos y en otras causas.
Tampoco dejan de tener razones.
Cuando definimos los “culpables
de la crisis” siempre buscamos a un segundo, a un tercero y hasta a un cuarto.
Casi nunca hay una mirada individual e interior donde se auto establezca
responsabilidad alguna.
En esa misma sociedad hay
crisis política, de valores, de educación, de mercados, de salud, de ambiente,
y más. Hay un sancocho de crisis en las sociedades actuales. En todas. Cuando
un hecho no genera la causa principal, la genera el otro.
El individuo humano ha
creado un mundo en crisis, y ese mundo, tiene la fortaleza para poder
reestablecerse. Existen las capacidades humanas para hacerlo. También, se
generarán las emergencias necesarias para enfrentar los retos y los desafíos en
los tiempos.
Pero ¿hasta dónde se está
haciendo el esfuerzo para producir las emergencias que nos sostengan como
especie en el planeta? Un camino ha sido a través de la ciencia y el desarrollo
de las tecnologías. Los avances han sido incalculables, pero los riesgos tienen
la misma dimensión.
Los Objetivos
de Desarrollo del Milenio, planteados en septiembre de 2000, en la Cumbre del
Milenio, no son más que algunos de los grandes desafíos, a
sabiendas que se generarán otras necesidades para la sociedad humana, de otras
magnitudes y hasta superiores a las planteadas en los documentos de la ONU.
El proyecto de sociedad
humana que incluye las éticas, las virtudes, el poder, la violencia, el amor, las
normas, los intereses, y todas las ideas y sentimientos, que se pueden dar en unas
relaciones entre individuos, está sujeto a crisis, a decadencias y
resurgimientos. Es parte de una cultura humana con infinitas posibilidades.
Los acuerdos a lo interno y a
lo externo de las sociedades generan compromisos para manejar las pasiones, los
desbordes y de esa manera hacer uso racional de las cosas en las maneras de
vivir juntos, que no es más que la base de una ética con raíces en la
antropología de la palabra.
Esos desbordes en los individuos
humanos, en su conducta, en su manera de ser, producto de la infinitud en la ontogénesis de
la especie, es lo que se debe atender. Desde tiempos inmemoriales se atiende a
esos desbordes, ya sea por medio a las creencias, la fe, el poder, la moral, la
ética y otras formas de contención. Incluso,
las guerras han sido tomadas como medio de contención de esos desbordes, siendo
las guerras formas indiscutibles de desbordes.
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