Estoy plenamente convencido de que nuestra sociedad necesita una
recomposición moral, la fundación de nuevas éticas que acaben con la
corrupción, la delincuencia, la exclusión, y sobre todo, con el
conformismo. Estamos llenos de voces y altoparlantes, que al final y al
cabo se venden como ratas para oler a podridos. La descomposición moral
en esta “Modernidad Líquida” como decía el filósofo Zygmunt Bauman, nos
diluye para convertirnos en fantasmas cibernéticos, en anónimos que forman parte de un plan, humanamente perverso e inquisidor.
Nos levantamos por las mañanas y nos estrujamos los ojos, encandilados por las claridades de los flashes cuánticos de la ilusión. Y no somos capaces de descubrirnos, de plantar el asombro en la sonrisa de los niños, porque hemos perdido esa virtud.
Si acaso apuráramos una acción enaltecedora, capaz de transformar los estados de abyección, entonces valdría la pena haber escrito estas palabras, de lo contrario, no sirven para nada.
Nos levantamos por las mañanas y nos estrujamos los ojos, encandilados por las claridades de los flashes cuánticos de la ilusión. Y no somos capaces de descubrirnos, de plantar el asombro en la sonrisa de los niños, porque hemos perdido esa virtud.
Si acaso apuráramos una acción enaltecedora, capaz de transformar los estados de abyección, entonces valdría la pena haber escrito estas palabras, de lo contrario, no sirven para nada.
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