Por Virgilio López Azuán
Conversaba sobre diversos temas
con una doctora amiga del área de pediatría. Ella es muy brillante, sensible y
admirable. Pocas veces encontramos profesionales como ella con tantas
cualidades juntas. En la conversación salió a relucir un tema poco común.
¿Saben ustedes cuál? No se imaginarán: la sinfonía que produce los latidos de
un feto en el vientre de una madre. Abordamos el tema desde una visión científica,
humana, biológica; y sobre todo, desde una perspectiva casi poética.
Todo surgió porque le traté sobre un estudio que un médico realizó a
mi cuerpo recientemente, utilizando una tecnología rusa, donde me
diagnosticaron mi estado físico y emocional. Todo salió casi de maravillas, mi
corazón está como un “cañón”, y que puedo seguir jugando baloncesto, como lo
hago cada día a las 6 de la mañana. Mi salud cerebral, muy bien, un poco
alterado mi sistema emocional al cual debo bajarle algo por el cúmulo de trabajo
y estrés acumulado.
Bien, donde quiero llegar es a
que, así como el feto produce sonidos
maravillosos durante su formación en el vientre de la madre, así cada órgano lo
hace. En mi caso, en el estudio realizado, pude escuchar los sonidos de mi corazón,
traducido a notas musicales mediante un programa computarizado. Fue algo
espectacular, el médico me preguntó que si yo era músico, le dije que no, que
escribía poemas, (nos reímos los dos). Tanto el médico como yo quedamos
maravillados con la melodía producida por los latidos de mi corazón. Programó
el software en versión violines, y fue maravilloso; lo llevó a la versión del piano
y fue espectacular.
Todo nuestro cuerpo en una “máquina”
de sonidos maravillosos que apenas percibimos. El más común es el tun tun del
corazón o los estentóreos sonidos del estómago, pero con un poco de meditación,
y disciplina físico y mental, podríamos escuchar nuestros mundos interiores.
Ya dijimos en un artículo
anterior que en nuestro cuerpo hay sonidos armónicos de alta y baja frecuencia.
Hay sonidos explosivos y melodías hermosas más allá de las compuestas por
Beethoven o Bach. Es difícil en un mundo tan complejo como el que vivimos auscultar
estos sonidos y sus matices, pero no es imposible.
Algunos solo escuchan de su
cuerpo los sonidos en alta frecuencia, pero es bueno explorar aquellos que se producen
en el interior, en el íntimo, donde se produce la poesía, la palabra como
maravilla de la creación. Toda esta práctica no solo ofrece salud, armonía de carácter
cósmico, sino el auto conocimiento de las verdades supremas de la vida.
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