POESÍA DEL EFLUVISMO
POR VIRGILIO LOPEZ AZUAN
En la mirada cabe todo, la guerra, los celos, la sangre y el sudor cuando las lagrimas quedan. Cabe la arcilla, el tango, las cuentas pendientes y los ditirambos. Nadie se escapa de la mirada, ni los azotes del misterio, ni del alma, ni de la razón. En la mirada entran las guerras, las temibles guerras del miedo y la hipocresía. Nadie está libre de los infiernos, de los fuegos, de las tinieblas que a ratos entran en la mirada. Nadie se libra de la lija, de la verdad y los exilios. Nadie de los celos y el vergel yermo, de los hierros crecido en los infiernos. Nadie se escapa de las yerbas crecidas en los eclipses del alma, ni de la venda, ni de los paisajes oscuros amortajados. Así tendemos, miradas a las luces templadas de esas noches en plenilunio. En la mirada entran los cielos de pirañas, las locuras y el carné que nos lleva a los cielos y las cruces del fin. La mirada nos trae la carta, despedidas de amores, para no volver nunca, desdeñando los puntos queridos, como si fuéramos a buscar los besos que nos faltaron. La mirada trae al corazón unos pezones dorados, primavera del instinto, que pesan en gramos las ganas de fugarnos. La mirada trae los vicios, las paredes para saltarla y buscar las mujeres en las horas bajas de la depre. Entonces, las chispas saltan, suenan todos los sonidos del bosque y el as de la carta nos trae nuevas madrugadas. Noches de cama estrujadas en las almohadas. Desde entonces, encendemos la memoria con la gasolina que viene del semen. Y hablamos por caracolas, y el sonido se nos vuelve suave en la asustada agonía del cielo. Y damos galopes por la periferia, por el redondel de la madrugada. Regresamos fatigados de andar por las estrellas, por los amaneceres y los ocasos del recuerdo. Por la mirada, de reojo, vemos el metro correr como gusano en los túneles inventados, hiriendo la noche con toda la emoción que deja el celaje. Y vemos todo el mundo que arrastra las imágenes en dulces ventanas de cristales fríos. La mirada alcanza maravillas, los pétalos soñados en jardines increados. Y la vemos a ella, con tanta belleza levantada en los andamios de esta ilusión primera. Sólo con mirarla, con tener sus ojos, con mirarla solamente, nos iríamos por los caminos circulares que se besan en los ojos nuestros. No tuviéramos sentido, sin tu mirada, no podríamos construir los gigantes de vientos que nos impulsan, que nos traen los Ángeles para librarnos del diablo, de caminar en la navaja de doble filo, en la cresta de la ola escapada del mar. Sin tu mirada, nadie sabría que sería de nosotros, ni de mí. Mi boca sería una boca amarga, mi lengua una serpientes en desazón obligada a morir con ataques de sed. Por la mirada se abren los caminos, todos los caminos que tiene puertas, los que dan a la orilla del mar, a los colores de las algas y los musgos. Esos largos caminos por donde andaremos cualquier tarde en que la vida se vuelva canción de guitarra y con los claveles seremos jardines y tardes doradas consumadas. Entonces, con los versos en los párpados saltaremos a otros mundos sin la tos molestosa del fumador. Iremos rumbo a otros puntos a encarcelar las pasiones abiertas en las heridas, las luces que provocan los pezones del estío.
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