Las
batallas personales.
(La violencia)
Por: Virgilio López Azuán
Presidente Academia Sureña de Ciencias
–ASDECIEN-
Cada
día el individuo enfrenta sus batallas personales. A veces son tan violentas en
su interior que estremecen los sentimientos, las emociones, el pensamiento, la
mente, la conciencia y las razones de vivir. Otras son batallas exteriores,
esas que se producen en el seno de la familia, la sociedad y, en sentido
general, en el mundo exterior.
El
ser humano vive una eterna batalla de contradicciones, las cuales sin embargo
son las mismas que alimentan la vida. Sin ellas no tiene sentido la existencia.
Ya lo han dicho importantes pensadores y filósofos antiguos y modernos sobre
estado bipolar en la cual se desenvuelve la complejidad humana, (Morín, 2001).
Tenemos
batallas a cada segundo, a cada minuto, a cada hora, todo el día y la vida
entera. En suma es una verdadera guerra. Nadie se escapa de esas luchas
permanentes para y por vivir. Casi todos lo hacen a su manera, tienen sus
propios enfoques, acertados, equivocados, sinceros, alocados, dementes,
ilusionados, tristes, apesadumbrados, positivos, derrotados... Son infinitos
los enfoques, los modelos, los paradigmas, las formas, las estructuras... Si se
grafican estos enfoques las resultantes serían, geométricamente hablando: Círculos,
cuadrados, líneas rectas, líneas discontinuas, rayas sinuosas, flechas con
sentido hacia arriba, flechas con sentido hacia abajo, tirabuzones, bucles,
etc.
Las
maneras de ver el mundo son propias de las individualidades humanas, del
sentido egocentrista, del pensamiento diversificado, de los patrones culturales
y sociales que ejercen influencia en el individuo. También existe el imaginario
colectivo que crea sus formas y maneras de ver el mundo que al mismo tiempo
influye en el imaginario individual. Eso genera las eternas contradicciones Hegerianas,
que propician los estados de consensos y disensos propios del pensamiento
dialéctico.
Nos
enfrentamos de forma situacional a enemigos mortales en esas batallas.
Identificaremos algunos ya que seguiremos tratando el tema en capítulos
siguientes. Tenemos entre estos: la violencia, el amor, la vida, la muerte, la
rabia, la tristeza, la demencia y la alegría. Muchas veces parece que la razón va por un
lado y las emociones van por otro, traicionándose mutuamente, porque como decía
Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”
Las
batallas a las cuales aludimos están relacionadas con la paradoja de la vida,
con la eterna lucha de los contrarios en el tejido social y esas luchas para
oponerse y/o dominar la naturaleza.
Esas batallas son a muerte, donde
hay vencidos y vencedores. Esa es la lucha. Por suerte “Todos nuestros enemigos son mortales.”, según afirma Paúl Valery, y nosotros somos mortales
también. Aunque nuestro delirio de inmortalidad contradicen esta afirmación,
porque la muerte no tiene sentido sin el sentido de la inmortalidad.
La violencia fluye,
circula, se dispara como un ente con vida, que arrasa y destruye. Pasa de
persona a persona, de colectivos en colectivos y alcanza su consumación en la
muerte. Antagoniza con la vida, en la muerte se sacia, y la sangre baña sus
ojos llenándolos de paisajes purpurinos.
Nadie escapa a la violencia, nos
zampa, nos tritura, nos engulle, y nos vomita para tragarnos de nuevo y
volvernos a regurgitar. La violencia se apodera de nuestros ojos, de nuestra
sangre y toma por asalto la mente y la vuelve demente, le inyecta toneladas de
furia y saca sus demonios por nuestros dedos.
La violencia se propaga
contamina y lo hace con una velocidad pasmosa, a la velocidad del pensamiento.
Solo es retenida por la conciencia que la estremece, la zarandea e incluso
puede bloquearla y vencerla. La violencia, ese halo de fuego, perverso y
humano, humano y demencial se puede convertir en llanto arrepentido, se
transfigura en risa y en perfidia, en placer y tormento. Es sencillamente
peligrosa, extremadamente posesiva y seductora. Es fuerte, poderosa, tiene en
si el gen de la destrucción, del exterminio. Sobre ella se han justificado los
más increíbles actos de heroísmos, los más entrañables actos de ternura y
fantasía, la más asombrosa embriaguez demencial. No existe nada que la
violencia no haya tocado, parodiando el
proverbio chino “No existe árbol que el viento no haya sacudido”.
La violencia es como
un fluido, como un rayo, como una centella que parte de todos lados, de uno
mismo y vuelve a uno, es una condición humana primitiva, enraizada en la
memoria histórica de la huella humana. También, es una construcción, que se
alimenta de los mitos y la cultura, que busca sus espacios de incubación y
justificación entre nosotros.
Cada día existen
grandes batallas personales para controlar y erradicar la violencia, cada día
holeadas colectivas de seres humanos la enfrentan, la retan y paradójicamente
pueden quedar poseídos por la misma violencia. Muchos le sacan beneficio, viven
de ella: Personas, grupos, corporaciones, mafias, Estados, etc.-, pero “Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede
mantener con violencia” como decía Mahatma Gandhi (1869-1948).
La mitología en su
amplio sentido y diversidad está llena de violencia. La gran mayoría de los
mitos no habrían sobrevivido si no estuvieran es su esencia la violencia como
naturaleza y fenómeno. Grandes mitos del judaísmo, budismo, cristianismo,
islamismo, hinduismo y otras religiones, tienen en su base la violencia, la
lucha entre el bien y el mal, el mal como origen de la violencia. Sería
reduccionista la tesis de que la violencia solo procede del mal como lo revela
el “mito cristiano” del origen del hombre, pues existen otras explicaciones
como las de tipo psicológico que lo asocian a los estados emocionales y hasta
la naturaleza humana, la cual se manifiesta de una forma generativa sin que
intervengan inteligencias.
La violencia no tiene
sexo ni preferencia de género, pero la cultura moldea paradigmas en contra de
la mujer. Sino, recordemos al filósofo Aristóteles (384-322 a. C) “que
construyó una imagen descalificadora de la mujer” la misma que influyera en la
cultura occidental. Hesíodo
(700 a C.) en su obra “La
Teogonía” nos ha dejado el testimonio simbólico de la mitología griega de la
violencia ejercida contra la mujer.
El egocentrismo
humano provoca las más variadas formas de violencia. Las grandes luchas
personales y sociales se han sostenido de la violencia para justificar su
autorrealización en las conquistas de los espacios de poder, en el
mantenimiento de las hegemonías, en la búsqueda de la superioridad del yo.
El drama de la vida
es y ha sido violento, a alguien se le ha hecho daño alguna vez, la violencia
unas veces es “justa” y otras “injusta”, puede asumir esa doble calificación.
Las luchas patrióticas, las defensas de territorios, el establecimiento de
límites, propician las “violencias justificables”. Cada cual en su momento a
trazado algunas vez “La raya de Pizarro”, para establecer límites. La paz es la
máxima aspiración humana, consciente de que la violencia, desde las épocas
arcaicas, amenaza a los seres humanos, los mismos que la generan en la
dimensión social y natural.
La naturaleza de la
violencia es violenta y generativa. Y esto es altamente peligroso. Esa fractal
capacidad de mutarse, trasformase, transfigurarse en ola de tsunami que arropa
y mata. La muerte es la culminación de la violencia y es al mismo tiempo quien
la alimenta.
Un beso tierno con
leve sensualidad se puede trasformar en un acto de violencia apasionada capaz
de hacer sangrar los labios y la lengua. Es la antigua teoría china del Yin
Yan. De un lado está esta la paz con su vestido de ternura y del otro lado la
violencia en su forma más consumada, tintada en sangre, que es su manifestación
fluida Llega un momento en que constituyen, como decía (Morin, 2001), un bucle
recursivo.
La ley de los
opuestos, uno va hacia la derecha y el opuesto a la izquierda. Por ejemplo la
violencia y la paz, la violencia va hacia la derecha y la paz a la izquierda.
Llega un momento en que cada ente llega a su máxima expresión de desarrollo, lo
que yo diría a la consumación. Después de llegar a su estado de consumación
empieza la degeneración para uno convertirse en el otro y viceversa. Pero Gandhi decía “No hay camino para la paz,
la paz es el camino” y con justa razón, a la violencia se llega por los caminos
de la violencia también, recuerden que es generativa, pero también, la paz es
generativa en la misma paz, de la misma manera que uno mismo se llega a sí
mismo. A la conciencia se llega también a través de la misma conciencia. O sea
que sobre el acto mismo se llega a consumar el acto. Quizá siguiendo este
pensamiento Beltolt Brecht llego a expresar que “Solo la violencia ayuda donde
la violencia impera” O esta frase que se le atribuye a Esquilo “La violencia genera violencia”.
Lo más difícil de la
naturaleza de la violencia es conocer sus límites, sus alcances. Si se logra
eso se puede controlar. Saber cuándo la paz se está transmutando en violencia o
cuando la violencia se está transmutando en paz. “El más puro y más
fecundo abrazo de amor que se den entre si los hombres, es el que sobre el
campo de batalla se dan el vencedor y el vencido”, como bien lo expresara
Miguel de Unamuno. Hacer esto con ciertos grados
de conciencia ayuda no solo a conocerse a sí mismo, sino a controlar
definitivamente los impulsos violentos. Porque nadie duda de que existan los impulsos
que los seres humanos no podamos explicar, tanto así que miles son los
testimonios de personas que han cometido un acto de violencia y en el interrogatorio
dicen desconocer qué fuerza los impulsó a cometer semejante daño. En todo
existe el misterio y este caso no es la excepción. Los impulsos que generan la
violencia vienen de los espacios interiores del ser humano, en los inframundos
internos y seguirá siendo un misterio su desciframiento entrañable.
Podemos enfrentar la
violencia con los desafíos que
exigen la autorrealización personal y social, con todos sus riesgos, temores y
éxitos, con toda esa capacidad de pensarse como un todo, con esa vocación de
vencer y alcanzar la plenitud en la dimensión humana.
Eso debe plantear un
sentido de firmeza en nuestras acciones, en la toma de conciencia sobre como
artillarnos para enfrentar esas
batallas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario