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martes, 13 de abril de 2010

El fantasma de la escalera

TOMADA DE HOY
Escrito por: Juan Manuel Alcántara Rodríguez
In Memorian de  doña Cuca Loinaz viuda Heinsen
El martilleo de las teclas de la maquinilla  Rémington fluía fuera de  las ventanas de la vieja oficina.Los peldaños de la escalera de madera crujían con los pasos.El olor de los campos de caña, a campos recién cortados, a caña quemada, aroma de bagazo y a vapores azucarados impregnaba todo los alrededores.
La mirada se dejaba vagar  por las cercanías y deambular  por la distancia, el bosque  La Piña con su palmar sereno como guardián inmutable,  la cordillera con sus colinas verdes y sus velos de nubes transparentes, la loma de Georgie llena de silencio y misterio, tan  cercana y a la vez tan lejana, tan ajena, tan nuestra.
Los ríos que surgían de las entrañas de esas montañas, de lugares desconocidos y remotos, serpenteaban silentes, callados y muy suaves. Serenos. Atardeceres pálidos. Voces  sin voces, voces queridas.
La madera de la escalera, con olor a años, ya vieja, llena de pasos y de tiempo Tenia un aire intimidante.  Atardecía, las nubes adquirían esos colores lindos y extraños  que cambiaban en segundos, aparecían bellísimos pero no prometían permanecer largo tiempo, eran fugaces,  muy fugaces.
El eco de las teclas de la maquinilla se hacia mas intenso conforme se penetraba en el ámbito. Los olores nuevos se mezclaban con otros; lápices con puntas recién cortadas cuyas  cortezas hacían espirales, esencia de tinta, a papeles, a libros que descansaban intocados llenos de huellas de manos y de historia, de cuentos viejos.
La tranquilidad de la desierta oficina asustaba, intimidaba. La vida de la zafra en el ingenio Amistad y los sonidos de las máquinas y las centrífugas liberaban todos los espíritus ocultos con sus vapores comprimidos y los ecos musicales buscando albergue en algún lugar desierto.
La mente asustada buscaba con pavor al fantasma y creía encontrarlo en las sombras de los árboles que se filtraban sobre las paredes creando un movimiento de figuras extrañas y crueles, en el roce del viento que todo lo movía, las puertas que chirreaban,  en el susurro de la brisa.
Los latidos del corazón se aceleraban, se aceleraban de una manera insoportable. Los olores cambiaban, ya no eran los conocidos, los familiares.
Los sonidos se volvían extraños, intimidantes. Seseo de voces. Los fantasmas de la mente creados por una mente asustadiza.
Los movimientos frenados por el miedo se hacían lentos, costaba dar unos pasos para salir huyendo, para escapar.Parálisis total  del cuerpo y del alma.
La máquina Rémington calló sus teclas pero los gemidos del viento se hicieron aun  mas agudos permitiendo un cese de inercia. El aire fresco exterior calmó el miedo, al espíritu asustado.
Los colores de los últimos reflejos del día tenían todos los tonos naranjas y granada. La tarde se huía .Las nubes en poco tiempo se desvistieron de su traje de esplendor  para cubrirse  con los primeros grises de la noche.
Al volver la mirada hacia la escalera de madera vieja con olor a años, parecía crujir por  miles de pasos extraños, el paso del tiempo, los  pasos de la nostalgia.

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