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sábado, 5 de septiembre de 2009

CRITICA

29 Agosto 2009, 8:11 PM


Discurrir sobre la crítica y teoría en RD

Escrito por: ODALÍS G. PÉREZ

Advertir una ausencia en el discurrir de la producción ideológica, literaria o cultural dominicana implica reflexionar sobre lo que ha sido el proceso de constitución de las instituciones sociales, políticas y educativas. Lo que se refleja en los concursos actuales del país es una estructura autoritaria del pensamiento y a la vez el rastro prejuiciado por los requisitos o las bases de concurso.
Pero esta situación conformada por anomalías de todo tipo no nos debe llevar a la negación tout court de los principales aportes en las líneas trazadas por corrientes del pensamiento contemporáneo: la sociología de la literatura, el marxismo, el psicoanálisis, el formalismo ruso, el estructuralismo, la semiótica, el posestructuralismo, la deconstrucción, la hermenéutica, la fenomenología, la poética estructural, la estilística hispánica, la estilística idealista alemana, los Estudios Culturales, los estudios subalternos, los estudios poscoloniales y otros métodos, formas de análisis, propuestas de lectura, ideas literarias o tendencias teóricas útiles y casi siempre necesarias para acceder a una comprensión de la literatura y sus efectos sociales o mentales.
Por más que en un debate sobre concursos literarios -y, en nuestro caso, sobre el conflictivo premio anual de literatura 2008- se quiera imponer alguna versión y se desee desconocer lo inconsistente o anómalo de una determinada creación verbal o discursiva, esto no implica la negación, el equívoco o acierto de tendencias teóricas, el análisis de ideas o determinados universos de reflexión y crítica.
De hecho, el pretender que sólo la “poética” (término por demás indeterminado, vago, retórico, ambiguo la mayoría de las veces, impreciso en sus usos acostumbrados) es el estudio más ponderado, único y absoluto de entender la literatura o el lenguaje literario, la única metodología propia del análisis literario, resulta una estruendosa y vulgar equivocación de una perspectiva lingüístico-literaria e ideológica. Ninguna tendencia o metodología de análisis logrará explicar de manera definitiva, absoluta, la creación verbal, la productividad o el producto literario. Razones diasincrónicas, axiológicas o genético-estructurales, pero además hermenéuticas, echan por tierra toda aseveración autoritaria, dogmática o doctrinaria al respecto. Discurrir sobre un fenómeno literario como el nuestro, bastante complejo y enmarañado, solicita un estudio y a la vez estudios con horizontes amplios, fructíferos y no un sujeto prejuiciado con principios tomados de un “catecismo” insuficiente, extrapolado, imitado y sobre todo “desepocado”. Facilitar un argumento ya reventado por sus repeticiones inútiles y por el recalentamiento de la boca-escritura que la auspicia, nos permite entender que incluso los medios escritos del país constituyen un poder que no procesa o desprocesa sus espacios, columnas o puntos de opinión.
Además de reconocer el estrecho marco de un debate literario o cultural, entendemos que con solo un locutor o dos locutores no es posible presentar la problemática y difícil situación de los concursos literarios del país, pero sobre todo los llamados premios anuales de literatura, donde intereses, selecciones de jurados, requisitos, mediadores, funcionarios, encargados y otros condicionantes contextuales, forman parte de un teatro escalofriante por lo conflictivo y poco convincente de las premiaciones y condiciones de presentación.
En efecto, un cuadro o cuadraje intelectual como el presente invita a una reflexión en torno al objeto denominado literatura y los valores en la sociedad dominicana. No se trata, en esta perspectiva, de cuestionar solamente una obra premiada, seleccionada como ganadora en un concurso o certamen literario, sino de analizar las condiciones ideológicas de los actores y las jurisdicciones institucionales e intelectuales del país.
No podemos creer ni mucho menos aceptar que las soluciones “unicistas”, precarias y doctrinarias de Rithmicus -conocido también como “Mechonicus”- pueden capitalizar una doxa crítica, ni legislar, autorizar descalificar o desautorizar una determinada textualidad, obra o discurso narrativo, producto de que estas creaciones y estos cuerpos literarios no asumen la práctica absoluta del crítico en cuestión.
Ahora bien, los nuevos estudios literarios, así como las “nuevas humanidades” contemporáneas, nos han presentado proyectos relevantes, recursos de interpretación y comprensión de nuevas rutas y productos que traducen la diferencia literaria y cultural en la vida de las diversas tradiciones latinoamericanas del Caribe insular y los lugares epistémicos de una productividad intelectual y crítica. ¿Cómo es que nuestros debates no asimilan aquello por lo que se trabaja en el Caribe insular y Latinoamérica en materia de función y acción intelectuales? ¿Por qué los grandes problemas, motivos de creación auspiciados por la nación moderna, no son tomados en cuenta como parte de un debate que intente asimilar y comparar crecimientos, lenguajes, mundos textuales, experiencias narrativas, discursivas, puntos de encuentros y lugares de la diferencia?
Un debate no se sostiene sólo por las antigüallas de cierto maestro, crítico, profesor universitario, Juez, legislador o domesticador de pensamientos, a través de una doctrina que él entiende como ruta a seguir o como trazado que obliga a poseer una teoría del lenguaje, una teoría del poder o una teoría del signo para que entonces el escritor pueda escribir un poema, una novela, un ensayo, un cuento, y que también deba transformar la sociedad para que su “poética” sea válida y bien recibida por este “maestro de la crítica”.
De hecho, la noción de proyecto intelectual en República Dominicana “choca” con el obstáculo de la vida real misma y sobre todo con el marco institucional, estatal e individual, debido a lo que también hemos llamado el horizonte de expectativas del lector, intérprete, traductor” cultural, político y social. Un contexto educativo plagado de negocios, pseudoestándares de lectura, comprensión y currículos oficiales, oficiosos o “funcionales”, pone en evidencia sólo rasgos de autoridad, políticas negativas de proceso, signos de identidad localizables, ítemes erráticos y repetitivos, currículos ocultados, escenas de dudosa utilidad y repertorios jurisdiccionales que poco tienen que ver con la formatividad cultural y educativa.



De ahí la “angustia de las influencias” que ha creado una telaraña conceptual, pseudouniversitaria y pseudoteórica, influyente en ciertos niveles de información y control de la educación humanística pública y privada. Toda esto crea una situación de negatividad, prejuicio, exclusión, indiferencia organizada y estratégicamente instalada como práctica social, autoridad influyente, selección de tópicos intelectuales y otros usos advertidos en todo lo que es certamen, concurso y premiación en el país.



El debate actual sobre novela, premio de novela, poesía y premio de poesía, es resultado de lo que debe ser un proyecto cultural, educativo e intelectual en nuestros días. Ese estado de “personificación” cultural, de “figuración” y empleo de una función pública y política, de influencia de un funcionario que domina toda el área oficial de la cultura, también es elemento influyente en este cuadro de anomalías, barreras, obstáculos, veleidades e intereses personales y grupales que hacen “reventar” el tramado ideológico y político en perjuicio de participantes independientes que no son tomados en cuenta por la programación oficiosa u oficialista del actual ecosistema cultural.
En efecto, se trata de un sistema cultural y educativo marcado por el fracaso de sus partes y falsos principios ejecutivos, éticos, programáticos, literarios e institucionales. No se trata sólo, pues, de echar culpas a jurados, concursantes, gestores intelectuales, editoriales o editores residentes e incidentes en el país.