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jueves, 26 de enero de 2017

El mundo en cambios: nuevas búsquedas en las sociedades.


 Por Virgilio López Azuán
El mundo está pendiente a las órdenes ejecutivas del nuevo presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump. Nunca como hoy en las últimas décadas, los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe, habían centrado tanto la atención en las decisiones de un presidente recién instalado en esa gran nación, y mucho menos con los antecedentes del mandatario estadounidense.
Nuestros gobiernos habrán de cambiar sus miradas de los mercados tradicionales para el crecimiento y desarrollo de sus economías. El mapa geopolítico ameritará una reestructuración y nuevos paradigmas, no solo para el desarrollo de las economías ya “descolgadas”, sino para la construcción de un sistema de valores que las sostengan.
Las medidas del mandatario norteamericano ya están impactando en diferentes países como México y Argentina, principalmente los temas de comercio y migración.
No creo que la lucha en contra la corrupción que en estos momentos se libra en varios países europeos y del continente americano, se genere como si fuera una vuelta a los valores de honestidad y transparencia del individuo posmoderno. Todo está centrado en una estrategia del orden mundial, en la crisis de los modelos de exploración, y en la polarización de la riqueza y la pobreza, en individuos, grupos humanos, corporaciones y otros tipos de hegemonías. Se están creando abismos insalvables de desigualdad a escala global que amenazan la vida en todo el planeta. Se han socavado el medio ambiente, las riquezas naturales y sistemas de valores sociales y humanos están en franca decadencia.
Esa lucha contra la corrupción y la impunidad que en verdad hacía falta, principalmente en los países con debilidad institucional y escasos regímenes de consecuencias, es bien valorada por los ciudadanos. De tomarse las efectivas medidas de persecución y establecimiento de responsabilidades civiles y penales, sacarán del escenario liderazgos tradicionales y auspiciarán otros emergentes.
En el caso particular de la República Dominicana, gravitan dirigentes políticos tradicionales de larga data y otros establecidos en las últimas dos décadas. La nueva generación de personas en los escenarios sociales y políticos, impactados por los fenómenos globales, principalmente con mentes tecnológicas, está supuesta a emerger y ocupar esos espacios. Seguro encontrarán resistencias de esa dirigencia enquistada en el poder y en la industria de la corrupción. Algunos entienden que puede haber confrontaciones de paradigmas, de modelos, no solo de interpretación de la sociedad, sino de gobernar.
Sin embargo, en el espectro político dominicano, las figuras que eran llamadas emergentes para la asunción del liderazgo en la nación, aunque jóvenes en edad, ya han envejecido en su pensamiento. No constan con las propuestas necesarias ni contundentes para auspiciar cambios. Muchos se refugian en el morbo, de sindicar ladrones, corruptos e incapaces. Hoy muchos de los moralistas han sido corruptos y corruptores. Se presentan con las manos limpias como si se hubieran lavado en los papeles de la historia. Otros, levantan sus voces hasta que los silencia el “oro corruptor”, hasta que se lo lleve la inconciencia de sus escasos principios.
Hay que seguir apostando a los cambios, hay que buscar otras formas de expresión, manifestación y compromiso. Los cambios en las sociedades van más rápido que los pensamientos de sus líderes y dirigentes. Y esos cambios, sin lugar a dudas pueden sepultarlos.
Apostemos a nuestras fortalezas como país, veamos las amenazas que se ciernen sobre el espectro político, social, económico y ambiental. Empujemos para hacer una mejor nación.

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