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CUENTOS

 

Miguel Ángel pone todo su corazón y talento en aquella escultura. Sus manos maestras usan el cincel con magia. En cada golpe pone precisión. El mármol cobra vida cuando se van definiendo los contornos.
La figura del hombre va emergiendo de la piedra, con una apariencia real, asombrosa. Miguel Ángel a veces se retira para ver un poco de lejos la obra que hace. Luego vuelve a sacarle detalles, a pulir salientes.
Lo más difícil es trabajar en el área de los ojos, y en la comisura de la boca, cualquier golpe fuera del ángulo indicado podía dañar la escultura. Por eso tarda dos horas en dar un golpe seco en el área del párpado derecho. Lo vi sudoroso.
Da el golpe y es perfecto. Alegre se torna Miguel Ángel después de superar esa dificultad.
Ideó que en la escultura de un hombre desnudo debían aparecer las venas, principalmente en los brazos y en las piernas. Eso era un reto para él.
Se tomó su tiempo. Va y medita muchas veces las formas en que haría brotar las venas de los brazos y las piernas, cosa tal que pareciera real.
No fue tan difícil como se lo imaginó.
Esta mañana de agosto logra definir su propósito, a la escultura se le ven las venas como un ser humano común y corriente.
Al fin terminó la obra, quedó perfecta. El realismo era sorprendente. Tan impresionado estaba Miguel Ángel que le dio un golpe en la rodilla a la escultura y le dijo: ¡Anda!. Y la escultura se echó a andar

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