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sábado, 5 de marzo de 2011

JEANNETTE MILLER , PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2010, REP. DOMINICANA

26 Febrero 2011, 8:00 PM


He escrito más que lo que he vivido

Escrito por: JEANNETTE MILLER

Le doy gracias a Dios por permitirme estar hoy aquí, en este momento y en este lugar, para recibir el reconocimiento más alto que se concede en nuestro país en el orden de las letras: el Premio Nacional de Literatura, que otorgan la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura.

Desde muy pequeña me enamoré de la escritura, el culpable fue mi padre, Fredy Miller, cuando se sentaba frente a su máquina Underwood, negra y plata, para golpear las letras a una velocidad que perforaba el papel, deteniéndose a veces, quitándose los lentes gruesos como fondo de botella, y leyendo lo escrito para luego tachar con una pluma fuente lo que quería eliminar.

Yo, con cinco o seis años, me quedaba arrobada, y ante la prohibición de mi abuela de que no le pusiera la mano a esa máquina, me decidí a usar lápiz y papel para garabatear mis primeros versos.

A partir de entonces mi niñez transcurrió aparentemente solitaria, pero acompañada por los libros que mi padre me prestaba y también por los que no me prestaba: los hermanos Grimm, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway… Escribía en unos cuadernos azules que iba numerando para guardarlos y sólo leer a solicitud de mis abuelas, cuando había luna llena y ellas como un coro griego se balanceaban en sus mecedoras, y me escuchaban llenas de aprobación.

Fue a la altura de 1959, y teniendo yo catorce años cuando aprendí que la vida no era sólo ese camino llano y luminoso que me había tocado transitar.

La mano asesina del dictador tronchó la vida de mi padre-maestro, amigo con quien solía dialogar de igual a igual, acompañándolo en las sobremesas donde me quedaba quieta escuchándolo a la sombra de limoncillos y tamarindos, hasta que su voz ronca enmudecía y él se iba con su paso lento y la cabeza ladeada a trabajar.

Entonces, por primera vez conocí el odio, la rabia, la duda, la inseguridad; pero sobre todo, el miedo.

Y fue Miguel Alfonseca, poeta y amigo, quien, después de escucharme numerosas veces y ver mi impotencia y mi rencor, me alentó a escribir para sacar lo que tenía dentro, para poder hacer catarsis de un estado de ánimo lleno de insatisfacción y de desdicha.

Era la década del 60. Una dinámica de apertura se producía por el ajusticiamiento de Trujillo en 1961. La juventud, que incluía a los artistas, se atrincheraba en movimientos y grupos políticos mayormente de izquierda y se tiraba a la calle clamando justicia.

Comencé a escribir en serio y a enseñar lo que hacía. Fui parte de la Generación del 60; publiqué en suplementos culturales, y revistas; participé en los recitales públicos de Arte y Liberación, que se convertían en mítines y terminaban a bombazo limpio. Paralelamente, me llegaba la opinión favorable de Flérida de Nolasco, de Manuel Rueda, de Marcio Veloz Maggiolo, de María Ugarte sobre lo que yo escribía.

Pero la década del 60 terminó convirtiéndose en una dinámica de muerte para los más jóvenes y mi abuela me envió a España para que hiciera estudios literarios, aunque su verdadera intención era sacarme de la convulsión por la que atravesaba la nación.

Allí tuve como profesores a Carlos Bousoño, a Gonzalo Torrente Ballester, a Manuel Criado de Val, y a otros escritores y críticos de renombre que me hicieron profundizar en la riqueza de la literatura española.

En 1967, Cuadernos Hispanoamericanos, una de las publicaciones más prestigiosas en España, publicó mi libro de poemas El Viaje.

De regreso a Santo Domingo terminé la carrera de Letras y en 1972, la Editora Taller editó “ Fórmulas para combatir el miedo”, un volumen de versos que, como su nombre pregona, está lleno de planteamientos existenciales, del espíritu de la derrota que embargó a quienes como yo, pensaron que desaparecido Trujillo, todo se iba a arreglar.

Pero la vida fue otra cosa: la impunidad marcó nuestra particular democracia, y las injusticias y atropellos sólo cambiaron de nombre.

En 1979, el Banco de Reservas publicó mi libro Historia de la Pintura Dominicana. A partir de entonces una avalancha de demandas me mantuvo escribiendo sobre arte, aunque no dejaba de hacer cuento y poesía. En 1985, de nuevo Taller publicó Fichas de Identidad/ Estadías, dos libros de poemas en un solo tomo que traían una excelente presentación de Manuel Rueda.

A partir de entonces mi vida ha sido escribir.

Al día de hoy no estoy segura de la cantidad de libros que he escrito. Sí tengo registrados alrededor de cincuenta títulos con mi sola firma, y unos veinticinco trabajos realizados en colaboración con otros autores; los artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros, sobrepasan quinientos. He incursionado en poesía, narrativa, ensayo, historia y crítica de arte, y la verdad es que al momento de recibir este premio me encontraba cansada. Y también, ¿por qué no decirlo? un poco cuestionada de haber escrito más que haber vivido, en un mundo que hoy da la espalda a la lectura.

Detenerme en más detalles sobre mi vida y los procesos en que me ha involucrado la escritura, algunos tortuosos, otros llenos de transparencia y brillantez, sería redundante, pues ya lo han hecho de manera excelente José Rafael Lantigua, Jacinto Gimbernard y José Alcántara Almánzar.

Sólo me falta dar las gracias a todas las personas que me han ayudado a lo largo de mi existencia. Como ya dije antes, la vida es un terreno abrupto donde hay que aprender a sortear las trampas de la oscuridad para poder mantenernos en la luz. Yo continúo ese intento ayudada por Dios, a quien me he entregado desde hace tiempo y quien a cada minuto me recuerda su amor inconmensurable e incondicional.


Como la Madre Teresa, le pido cada día amor para perdonar y humildad para olvidar. Y esos sentimientos de amor y de humildad son los que quiero entregar a todos ustedes hoy. Sé que me quedan muchas personas a quienes mencionar y agradecer… A ellos y a ustedes mis mayores deseos de bienestar en todos los órdenes. ¡Que Dios los bendiga!



Al recibir Premio Nacional de Literatura)



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