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jueves, 8 de julio de 2010

POEMAS DEL EFLUVISMO DE VIRGILIO LOPEZ AZUAN


BAILA SALOMÉ

En tus vuelos de velos, baila Salomé, da vueltas a tus caderas ondulantes, y escribe mil ojos en tu espalda, en tus pechos y tus nostalgias. Deja que tus pies señalen estrellas estancadas en tus aguas. Sobre tu piel, manzanas mordidas, el deseo y los imperios dominen las fieras. Vuelve Salomé a escribir tu nombre en nuestras tabernas, vuelve a delirio del vino y tráenos tus sedas, tus vuelos en la danza, el desnudo de la niebla. Baila Salomé, este martes a las 12, con todas sus hazañas, soledad de patios, y míranos los ojos llenitos de ti, con tus manos en fuga, sobre el viento y la nada. Baila Salomé, baila. Danos tu cuerpo rosado de infamias, de la bulla borracha, del banquete enamorado. Tiéndenos tus manos, desamparados somos del canto, de la nube que empieza a convertirse en agua. Baila Salomé, que no acabe la danza, que redoblen los sonidos hasta la madrugada. Lavémonos la cara, Salome, que han cantado los gallos, pero danza, baila, danza, baila. Que no acaben tus velos, para seguir los intentos, de morirnos por verte arriba del silencio, anonadados. Baila Salomé, sin dejarnos ciegos, paraísos envueltos entre ensueños. Baila sobre los centuriones y las centurias, sobre los recuerdos y los perfumes, sobre el César y sobre todos. Tú no eres la otra, tú eres la danza, eterna danza, cuerpo que tiembla. No te vayas Salomé, danos tus sedas y tus prendas del pelo, danos tus manos, tu cuerpo entero, entrega tus llaves por si llueve.

SOBRE LAS ALTAS TORRES

Florecéis en las altas torres, sobre los fríos y el viento estremecido. Rozad plumas de águilas y conquistad sus garras. Tocad el azul del arco, iris del cielo vigilado, y cantad a  los abismos la tierra prometida sin mentiras rubricadas. Tomad el sol en las altas torres para rondar sórdido a la orilla de los dioses, y acudid a todas las minas del alma. Saciad la sed del planeta sin proclamas, sin que nadie tilde palabras por insanas, sin que nadie invente nada…  Sobre las altas torres tomad el canto elevado de los pajarillos, comer el alpiste de la gloria si fuera preciso, y el hambre de los halcones saciarla por mil años, y otros tantos más. Tocad las nubes para llenar la tierra de arroz, y estancad las hambres y las amanecidas, con bocas abiertas a la aurora. Sed viejo en las altas torres, memoria ingrávida del mar. Mirad al infinito de los planetas y proclamad la armonía de la yerba cuando se acuesta para que el viento la seduzca. Levantad los brazos del rayo para detener la tarde, volad como los jilgueros y encontrarás la ciudad con sus aguaceros de soles, con sus charcas cristalinas en las aceras. Remontad a las altas torres todo tu amor, tu cuerpo y tus palabras; tus sábana tibias que escondes por la mañana.  Entonces, desde las altas torres dejadla partir por esas calles  de tantos soles.  




IRSE

Irse mediterráneo, desnudo
contando piedras blancas y olas
Dejar atrás lo andado
y no mirar atrás las velas de los barcos,
porque en el corazón tocan las sirenas
de los puertos y las parrandas,
y las muchachas y las alboradas.
Irse, cáscara de viento de hamacas ondulantes,
paisajes nuevos sin huellas ni mantos.
Irse sin los inviernos de tus ojos,
sin tus sales resumidas al paso de silencio,
sin volverse loco, sin Ángeles perseguidos
sin la carne y los huesos,
sin la sangre y el agua: minerales salobres.
Irse rumbo a las terrazas,
a despertar gloria de alas,
a hechizar la tristeza habitada en pares,
en tantas nieves y tantos vinos.
Irse por la escritura,
por la luna apagada en la vitrina,
maniquí, cartón y neblina.
Irse, tomar el café y las guerras,
la saliva y los heraldos,
traerán paisajes nuevos…
Irse, pero irse sin los fangos de los pies,
con las manos tendidas, sortilegio de eclipses,
sin los celos y cielos en los sueños,
en las cenizas hechas tinieblas en la tierra,
en el agua condenada a los exilios.
Irse a todo pulmón, sin el hambre y los sentidos,
sin las vendas y los telares,
sin la aguja para retejerse,
sin las rabias y los entrecejos.
Irse demasiado, sin tinieblas y calzadas,
sombra y espada, perro viejo que delira.
Irse sin gigantes en la memoria,
sin Quijotes y Sancho Panza,
sin Macondo y el infierno.
Irse sin las banderas y sin los cuchillos,
sin los zapatos y las sogas,
sin el gallo y los mares…
Irse más allá, demasiado lejos,
sin el mediodía, sin tus espejos.



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