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jueves, 11 de marzo de 2010

EFLUVISMO





Esta imagen
no es el árbol de la vida.
Ni triángulo al que aplicar
el teorema de Pitágoras.
Es la visión eclipsada de un recuerdo
que rescatan los poetas
al punto de declarar la fundación de un territorio
adonde construir moradas que alberguen
a una infinita multitud de palabras.

Es cierto que se nombran tres reinos
y que deciden dejar a la imaginación
los otros reinos que invoca
el gran espíritu de la ultraconciencia.

Un amarillo resplandor de sol antiguo
reúne todo el espectro de la luz
y conjura a dejarse fluir para existir
semejantes al arcoiris del pacto primigenio
forjado por los dioses arcaicos.

Este sol errante por universos sucesivos
y galaxias paralelas nos pide regresar
con la cíclica audacia de la especie
para transmutar lo que pesa, lo que obstruye,
lo que no sabe de libertad,
de goces, de ternuras,
para que la muerte exista natural
y fuera del contexto irracional
de ansiar apoderarse del otro y someterlo.

Hay algo grandioso como una estrella
que brilla en la intención pura
que no quiere dejarse arrastrar
por el ego y sus fantasmales acólitos
que vienen a destruir lo mejor que tenemos
cuando aspiramos alcanzar algo de sabiduría.

Fuera de toda estrategia
y de elucubrar en beneficio propio
hay seres que quieren seguir siendo mortales
y amantes de la belleza más sublime
que alberga toda fragilidad
en este vapuleado planeta.

Ellos deciden sumar los elementos
desde lo esencial
hasta lo mayor que contiene
la construcción de una identidad
en un inacabado sentido del nosotros.
Lo deciden ahora mismo
en el hoy de un calendario nuevo
cuyos períodos serán de cuántica medida.

María Cecilia Foulon
Buenos Aires.